viernes, 20 de mayo de 2011

Un día más para contar.

Desde acá abajo todo se ve tan distinto.
Las lagrimas limpian mis ojos, los nublan de toda claridad.
Mi panza grita tanto como mi garganta.
Los espasmos al respirar, intenta hacer entrar aire nuevo a mis pulmones; aire del cual quisiera prescindir.
Y al respirar...
retumba en toda la habitación; en mis oídos y en todo el dolor de mi mente.
Desde acá abajo no tengo que hacer fuerza para mantener el peso de mi cuerpo, porque lo dejo en reposo sobre este piso tan frío.
No tengo que cuidar mis gritos de nadie a quien pueda asustar, porque no hay nadie en casa.
Me desato la pinza que presiona mi cabeza, amarrando mi pelo como esclavo a cintura.
Me desato las lagrimas que tenía reservadas para el día de hoy.
Me desato las ganas de seguir manteniéndome en equilibrio.
Pienso en ellos dos. Quienes me retienen, consciente o inconscientemente al aquí-y-ahora.
Me planteo mi función aquí-y-ahora.
Me planteo mi de-función aquí-y-ahora.
Vuelvo a abrir los ojos y me acompaña el blanco de la pared. La madera del parcket. Un gato en una silla, una pinza del pelo más allá de mi cabeza. Me acompaña mi cuerpo abandonado en el suelo de una habitación cualquiera.-
Me acompaña la bronca y la ira.
La incertidumbre.
la Desgana.
Ya no me acompañan más las fuerzas, hace tiempo.

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