Un día después de
su carta, comprendí que el espacio que me estaba dando, aquel
margen de maniobra que me ofrecía, no era para mí, sino más bien para él mismo.
Entendí que no
iba a recibir más letras durante un fin de semana y que no habría mayor
comunicación que la que fluyera de mis recuerdos, y con suerte, también, de los
suyos.
Él necesitaba
pensar. Escapar por unos días de la ciudad, del amor duplicado y de los brazos de
mujeres que no fueran la suya. Precisaba entender más allá del ‘hoy y ahora’
qué era lo que realmente estaba ocurriendo; por qué y, quizás, si este asunto
estaba relacionado con la duplicación del amor o eran dos asuntos totalmente
diferentes que, casualmente, la vida los había juntado como por arte del destino.
Es una buena idea
reflexionar sobre lo mismo, pensé para mí. Debería retroceder, darle al ‘play’
y analizar si a mí también se me hubieran caído solas las manzanas del árbol,
por pura madurez del fruto o si, por el contrario, el sacudón del árbol tuvo
implicancia en el proceso. Probablemente ambas cosas han pasado, y la primera
hubiera llegado igual, sola y sin sacudones, posiblemente en un tiempo
posterior, pero hubiera llegado. Hubiera caído, por su propio peso [tarde o
temprano], como caen todas las cosas que ya no se sostienen más donde están,
que ya no encajan, que ya aportaron todo lo que podían en ese espacio y tiempo.
De todas formas, merece la pena plantearse eso ahora?
Ahora que, ya están maduras y en el suelo. Ahora que, madura esa manzana, ya la
mordí. La estoy saboreando mientras la mastico y estoy deseando tragármela para,
posteriormente, volver por un trozo más.
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