domingo, 15 de mayo de 2011

Tal vez llorar era la mejor solución.
El mejor momento.
La más tierna caricia con gusto a paciencia.
Tal el retroceso, la pena, el agua y la noche hacían de su cuerpo un remolino
De su mente una esponjita destrozada
y se volvía a hinchar el sal y dolor.
Desahogando sus cambios
dándose el lugar para berrar
saltándose los doce años como una valla
corriendo tras su "hoy, ahora, aquí"
sonriendo de día, lagrimeando de noche.
Corría, saltaba, jugaba a la vida real mientras creía saber lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Con tan solo 12 años, sí señor.

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