Tiene esa dulce vocecita que me lleva de la mano hacia el mundo adulto.
Tiene esa ternura que derrite todos mis sentidos y me transporta con más y más ganas al plano femenino. Cuando acariciándole el pelo, sentís que lo único que querés es abrazarla y protegerla. Sentís que no te importa nada más. Tiene una mirada traviesa, y una picardía que pocas practican a su edad… Desde que la conocía hasta el mismísimo día de hoy, ya van dos cumpleaños, ya tiene nueve.. y cada vez empieza a ser menos nena, pero sigue siendo mi bebé. La única que me hizo sentir tan “deesamanera”. Ella es Alma y princesa para mí. Él me sigue agradeciendo que pida permiso, que llame, que crucemos dos palabras y pasarme el teléfono.. Sigue haciéndolo, pero lo que no entiende, es que lo hago porque realmente lo siento. Porque quedó para siempre grabada en mí: a fuego, a mimos y a besos. Es el placer de sentirte más grande, de sentirla entre tus brazos y pensar qué harías cualquier cosa por hacerla sonreír, por quitarle todos los dolores corporales o internos… Darías todo por hacerla feliz. Por enseñarle, ser su guía, su cobijo… supongo que se asemeja mucho al sentimiento que siente toda mujer en algún momento de su vida; será que quizás empiece a entender ese sentimiento que pensé que jamás tendría…
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