domingo, 25 de abril de 2010

Haciendo de las prendas, un sendero hasta tu cama.

En medio de la madrugada me encuentro enroscada entre tu sexo y mis sábanas. Mi calor y tus ojos mirándome tan fijamente, como siempre. Me destapo, desenrollándome de entre la tela, dejando en medio un hueco que ahora es invadido por el aire fresco que entra por la ventana. Se vuelan las cortinas, el ventilador hace ruidito (Me pregunto por qué habré encendido el ventilador, si no tenía calor… Evidentemente, tampoco frío.), me molestan las avispas en la cabeza. Me molesta verte desnudo, tan desnudo y tan bonito.. Acostado a mi lado, abrazando mi cintura y tan inconsciente de la realidad. Donde estarás (¿) … Me preocupa mi adicción. Me preocupa la obsesión hacia tu cuerpo. Me alarma tanta ropa desparramada en el suelo, tantos suspiros regalados al aire, tantas noches, tantas camas, tantos labios y demasiados besos sin sabor a nada. Me preocupa que sigas acá, que no te hayas ido… realmente, me preocupa. Si pudiera pedirte por favor, que me dejes.. que necesito no volverte a ver, no tocarte, no besarte. Me pregunto si será posible estar sin que estés. Si voy a poder dejar la costumbre de desprender botones, sacar remeras, destrozar noches aburridas.. ¿Qué tanto lugar puede ocupar el placer? ¿Y si se agotara en algún momento? ¿Y si llegase el momento en que mi cuerpo no requiera más de él? Cómo se hace para no cerrar los ojos (¿?)… para no embarrarme, e ir sacándole uno a uno los pétalos a mis ganas de robarte la respiración, de contener el peso de tu cuerpo, de saborear tu piel y enredar mis dedos en tu pelo. Sabré aprender a otros cuerpos, sabré mirar, y pestañear de una manera casi imperceptible, y acomodarme el pelo mientras se me cae en los ojos, en tu pecho, en tu propia cara… sabré hacerlo. Aprender a guardar miradas, también es un hobby. La tuya, totalmente perdida, pervertida hasta quitarme la fuerza y ansiosa; tu concentración y poderío. Tus manías incurables, tus deseos, y el olor de tu cuerpo. El perfume que tanto me gusta, que no puedo dejar de perseguirlo cuando alguien del tren, sin permiso tuyo (ni mío), te lo copió.
Tus brazos apretándome cuando menos cuenta te das, y mi falta de aire, debido al descontrol. Mi reloj, mis anillos y mis uñas, depositadas en la mesita de luz, hasta que se acabemos esta guerra. Tus dedos, mis curvas. Tus ojos, mi cuerpo. Tu cuerpo, mis sentidos. Tu descontrol, mi paranoia. Te cuido y nos cuido. Cerrá la ventana, poné música, apagá la luz, tengo hambre, veamos una peli, ¿te hago un té? No, abrazame. No me destapes, vení más acá, te quiero, y yo a vos, (y te acaricio la nariz). Dame un beso. Y empieza la nueva ronda.. y así sucesivamente, y etcétera, etcétera, etcétera, hasta que podamos decir con certeza “y viceversa”.

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